18 de junio de 2012

De Política, elecciones y otros horrores II


El cambio verdadero nunca se da de la noche a la mañana, es el resultado del trabajo y la constancia. Para hacer la diferencia se necesitan hacer sacrificios, invertirle tiempo y sobretodo hay que echarle muchos huevos.

El activismo político y social se da en las calles y en las oficinas de gobierno y no sentado en tu casa frente a una computadora. El activismo de escritorio simplemente no funciona, twitear o postear en las redes sociales no es proselitismo efectivo, el alcance real de los mails, los blogs y las redes sociales es muy limitado, la gran mayoría de los votantes registrados ni siquiera tienen acceso a internet.

Si realmente te preocupa el destino de nuestro país, empieza por conocer e informarte quién te gobierna. Conoce a tus vecinos, a los representantes de tu colonia, municipio, delegación, distrito y estado. Involúcrate en el proceso y la toma de decisiones, opina, pelea por tus derechos y defiende tus ideas, el sistema se puede cambiar y se puede vencer, pero hay que involucrarse, nadie hará la chamba por tí.

Y si no estás dispuesto a sacrificar nada, tampoco tienes derecho a quejarte por todo, no se vale criticar y mentar madres si estás dejándole la responsabilidad a alguien más. El cambio siempre se genera de menor a mayor, por eso hay que hacer cada quién su parte, no existen soluciones mágicas o milagrosas y aún no ha nacido un caudillo capaz de liberar a un país de un mal gobierno.

Como decía ese famoso comercial de la lotería: sin billete no hay billete.


Capítulo 2.
De los males el menor

Todos los males de la democracia
pueden curarse con más democracia
Alfred Emanuel Smith


A pesar de mi afiliación panista y mis tendencias de derecha, muchos de mis mejores amigos son abiertamente perredistas.

Algunos de ellos verdaderamente recalcitrantes y comprometidos con su ideología de izquierda. Son guerreros, enérgicos y contundentes. Están constantemente en guardia y dispuestos a defender sus ideas, siempre están bien informados y tienen el dato duro a la mano como su infalible sistema de defensa, están acostumbrados a la confrontación de ideas y por eso los respeto profundamente y disfruto discutir de política con ellos.

Sin embargo, la abrumante mayoría son simples pseudo liberales de la condechi que apoyan al movimiento únicamente para sentirse “diferentes”. Les encanta ser percibidos como reaccionarios con ideas “propias” y “libres”. Creen que con defender corrientes “de avanzada” y “radicalmente” distintas a las de sus padres, familiares, profesores y jefes, automáticamente se convierten en intelectuales y modernos, pero ante un cuestionamiento más a fondo de sus creencias, rápidamente se desfondan y se vuelven poco receptivos ante la crítica y la confrontación. Generalmente son de memoria breve y temperamento corto, son apasionados, muy emocionales y se clavan en detalles sin sentido, son un reflejo de su propio carácter o su falta del mismo.

Por eso, un joven idealista y rebelde que se identifique con la izquierda resulta muy natural y hasta un poco obvio. Sinceramente yo jamás les había dedicado demasiada atención y francamente tampoco los había tomado muy en serio, pero una serie de acontecimientos recientes me harían cambiar de opinión.

Como les conté, en esta contienda electoral había decidido autocensurarme y utilizar estos medios alternativos solo para bromear y comentar la nota con mis amigos y conocidos.

Durante el primer debate de los presidenciables, a uno de mis amigos se le ocurrió responder sarcásticamente a un ex-compañero de agencia un twitt de apoyo a AMLO y la indignación de éste fue tal que le dio UNFOLLOW y UNFRIEND en Facebook. Cuando me lo contó, nos pareció una anécdota divertida y coincidimos en que su reacción había sido absolutamente desproporcionada y hasta ridícula

Días después, durante el concierto de Paul McCartney en el zócalo, el mismo ex-compañero de agencia twiteó que le agradeciéramos a Ebrard por haberlo traído a México y yo le respondí que más bien le agradecieran a mis impuestos que lo hicieron posible. Para mi absoluta sorpresa, con ésta réplica obtuve los mismos resultados que mi amigo: un UNFOLLOW y UNFRIEND en Facebook.

La historia entonces dejó de ser divertida. Y no porque me haya afectado sentimentalmente, si no al contrario porque él lo tomó demasiado personal. Me costaba trabajo entender y aceptar que un joven inteligente, con estudios profesionales, aficionado a la lectura y con cierta cultura haya sido cegado totalmente por un adoctrinamiento tan arbitrario, tan lleno de odio, negación y cerradez de miras.

Yo comprendo que es una estrategia de todos los partidos utilizar como peones y puntas de lanza a idealistas que no están precisamente bien informados acerca del tipo de alacranes ponzoñosos que están apoyando, pero fue muy triste descubrir que a muchos jóvenes de la izquierda ya les hicieron todo un coco-wash para que apoyen plataformas y candidatos que ni conocen. Me dio muchísima pena darme cuenta de cómo varios de mis amigos no comprenden que se están comiendo este discurso de odio e intolerancia sin hacerse preguntas objetivas ni cuestionamientos.

Y no es porque tenga algo en contra de la llamada “izquierda mexicana”, al contrario, por la naturaleza de mi trabajo he tenido la oportunidad de trabajar para los tres partidos grandes y puedo asegurarles que hay muchos políticos verdaderamente comprometidos, decentes y fieles a la ideología y a la corriente que representan, a veces en niveles que rayan en el fanatismo, pero que demuestran que como en todo lugar siempre hay gente valiosa e ideas que funcionan y se sustentan por ellas mismas.

Sin embargo, a pesar nuestro terrible pasado y de toda la podredumbre que persiste en nuestro sistema político actual, creo firmemente que ningún partido ha sido tan afectado por sus propios representantes como los partidos de izquierda.

En su afán por diferenciarse del resto, han sacrificado su capital político más importante: las ideas. Por tratar de crear su estado progresista e igualitario, le han quitado a la gente más derechos de los que han otorgado. Han confrontado a toda una sociedad tradicional, conservadora y profundamente religiosa con ideales y propuestas de bienestar social que solamente benefician a unos cuantos. Han atacado a todas las instituciones, aún a las que han solapado sus crímenes y a las que los han puesto ahí para gobernar. Han hecho tantas alianzas y prometido tantas cosas a tantos grupos diferentes, que su deuda política y social es la más grande en comparación a los otros partidos y a la cantidad de personas que gobiernan.

Pero todo eso a la mayor parte de la población ni le preocupa, ni lo entiende. En más del 60% del país todavía se vota por la percepción de la gente hacia los candidatos y no por sus plataformas. Y muy pocos personajes políticos han generado tanta animadversión pública como López Obrador.

Para aquellos que me conocen bien, no es un misterio que yo siempre he sido firme detractor de Andrés Manuel. A este tipo de caudillos políticos siempre les he tenido reserva, miedo y respeto. No creo en nada de lo que representa o dice representar y sus formas y métodos me parecen populistas, absolutistas, totalitarios, fascistas y pavorosamente cercanos al nacionalsocialismo. Y lo único que han hecho los años es acrecentar mi desprecio, mi desconfianza y mi miedo a que un tipo de esa calaña se acerque siquiera al poder.

Me gustaría despedir este ejercicio de libertad de expresión con un texto que escribí en Marzo del 2004 para el No.5 de Internet@s y que precisamente ilustra cómo a pesar de que han pasado ocho años, la política y los políticos en este país no cambian y tanto el texto como mis ideas en contra de éstos siguen siendo igual de vigentes que entonces.


“Dicen los estudiosos de la materia, que cada país tiene el tipo de gobierno que se merece. En nuestro caso, esta afirmación no podría ser más cierta.

Este país de caricatura, no podría tener otra cosa que gobernantes de caricatura. El deshonroso grupo de gobernantes con el que contamos, además de ser escalofriantemente dispar y ecléctico, es vergonzosamente inepto y corrupto, lo cual no es nuevo ni sorprende a nadie, pero a pesar de todo, seguía siendo el secreto mejor guardado por millones y millones de habitantes y aunque se comentaba mucho al respecto, nadie lo había hecho público hasta ahora.

Bastó solamente de un payaso -quien por cierto da las noticias por televisión (¡háganme ustedes el recabrón favor, empecemos por ahí!)-, para que las cloacas de la política nacional se destaparan. 

Y lo impactante no es darse cuenta de que el niño verde también muerde, o de que la lana de nuestros impuestos se juega en una mesa de blackjack en Las Vegas, ni siquiera que se hagan favores políticos entre empresarios y gobernantes, eso es historia vieja y estamos tan acostumbrados a saber y conocer no solamente de esos asuntos, sino de situaciones aún más serias, como asesinatos y persecuciones políticas, traiciones, venganzas y demás vendettas ínter e intrapartidistas, sucesiones de puestos y campañas políticas arregladas, licitaciones gubernamentales, permisos y licencias y otros beneficios otorgados a terceros por compadrazgos, amistades, romances y favores presidenciales, que estos materiales no nos son extraños, ni nos resultan sorpresivos, setenta y tantos años de la política de la mordida, la corrupción y el fraude, nos acostumbraron a esto y a muchísimo más.

Lo que ahora nos molesta y nos resulta ofensivo, es que se haya convertido por fin en un asunto público, donde todos los involucrados se dan sus baños de pureza y sus golpecitos de pecho, donde con el peor de los descaros los implicados salen a hacer declaraciones a favor y en contra, y en donde todos ven una oportunidad de desacreditar al contrario, olvidando el realmente preocupante asunto de fondo en todo esto: ¿ A dónde va a llevarnos como país, como ciudadanos y como seres humanos este lento proceso de resquebrajamiento de un sistema político que hace tantos años dejo de funcionar?, parece ser que la profética frase a utilizar en este momento irónicamente es: “Ya nos cargó el payaso”...¡Gracias Brozo!

Si la historia nos ha enseñado algo, es que la humanidad es cíclica, en todo el mundo solemos repetir nuestros errores una y otra vez, se trata de alguna clase de estupidez genética o algo parecido, de lo cual no podemos deshacernos.

Todos los líderes carismáticos generalmente terminan en un régimen fascista del que estamos peligrosamente cerca, creo innecesario recordarles los horrores de el castrismo, el franquismo, el estalinismo e invocar a Mussolini, Mao y otras perversas amistades está de más.

Quizás como abierto y franco panista blanquiazul, no es mi lugar ni mi momento para hacer ninguna declaración en contra de cualquier otro partido, quizás no es correcto y probablemente tampoco es ético que haga este comentario; pero mientras la libertad de expresión exista y esté de mi parte, creo que es mi deber editorial exponer en este medio libre de censura, el horror que presencié en nuestro zócalo capitalino, al ver al carismático líder perredista: “El Pejelagarto”, en plena actitud romaneeeescuuuuus instando a su horda de fanáticos seguidores en el más puro estilo hitleriano, mientras era ovacionado cada vez que les informaba que él era el futuro tlatoani y líder espiritual de la Nueva Tenochtitlán, que el era el ungido, el elegido, el llamado a ser el salvador, nuestro redentor.

Solo quisiera pedir un favor a todos ustedes amados lectores, hagan un profundo examen de conciencia y de memoria antes de que emitan su voto ahora en el 2006, recuerden que este personaje mal llamado jefe de gobierno, se ha lavado las manos en más de una ocasión de sus deberes políticos aduciendo que ese asunto en particular era responsabilidad directa del Gobierno Federal, recuerden que es el mismo que dijo no conocer a esa señorita Aura cuando aquel olvidado y penoso escándalo de los programas de educación en la SEP, recuerden al menos ese capítulo de los Simpsons en donde Bob Patiño gana las elecciones en Springfield gracias a su estrategia con los votantes de la tercera edad y su “Carretera Matlock”.

Por favor, hagamos que ese error no se repita, creo que somos más inteligentes que eso, ¿No les parece que Latinoamérica ya esta demasiado harta de los Fujimoris, los Menem y los Chávez?, a’i se los dejo de tarea...” [sic.]

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