El cambio verdadero nunca se da de
la noche a la mañana, es el resultado del trabajo y la constancia. Para hacer
la diferencia se necesitan hacer sacrificios, invertirle tiempo y sobretodo hay
que echarle muchos huevos.
El activismo político y social se
da en las calles y en las oficinas de gobierno y no sentado en tu casa frente a
una computadora. El activismo de
escritorio simplemente no funciona, twitear
o postear en las redes sociales no es
proselitismo efectivo, el alcance real de los mails, los blogs y las
redes sociales es muy limitado, la gran mayoría de los votantes registrados ni
siquiera tienen acceso a internet.
Si realmente te preocupa el
destino de nuestro país, empieza por conocer e informarte quién te gobierna.
Conoce a tus vecinos, a los representantes de tu colonia, municipio, delegación,
distrito y estado. Involúcrate en el proceso y la toma de decisiones, opina, pelea
por tus derechos y defiende tus ideas, el sistema se puede cambiar y se puede
vencer, pero hay que involucrarse, nadie hará la chamba por tí.
Y si no estás dispuesto a
sacrificar nada, tampoco tienes derecho a quejarte por todo, no se vale criticar
y mentar madres si estás dejándole la
responsabilidad a alguien más. El cambio siempre se genera de menor a mayor, por
eso hay que hacer cada quién su parte, no existen soluciones mágicas o milagrosas
y aún no ha nacido un caudillo capaz de liberar a un país de un mal gobierno.
Como decía ese famoso comercial
de la lotería: sin billete no hay billete.
Capítulo 2.
De los males el menor
Todos los males de la democracia
pueden curarse con más
democracia
Alfred Emanuel Smith
A pesar de mi afiliación panista
y mis tendencias de derecha, muchos de mis mejores amigos son abiertamente perredistas.
Algunos de ellos verdaderamente recalcitrantes
y comprometidos con su ideología de izquierda. Son guerreros, enérgicos y contundentes. Están constantemente en guardia y dispuestos a defender sus
ideas, siempre están bien informados y tienen el dato duro a la mano como su
infalible sistema de defensa, están acostumbrados a la confrontación de ideas y
por eso los respeto profundamente y disfruto discutir de política con ellos.
Sin embargo, la abrumante mayoría
son simples pseudo liberales de la
condechi que apoyan al movimiento únicamente para sentirse “diferentes”. Les
encanta ser percibidos como reaccionarios con ideas “propias” y “libres”. Creen
que con defender corrientes “de avanzada” y “radicalmente” distintas a las de
sus padres, familiares, profesores y jefes, automáticamente se convierten en
intelectuales y modernos, pero ante un cuestionamiento más a fondo de sus
creencias, rápidamente se desfondan y se vuelven poco receptivos ante la
crítica y la confrontación. Generalmente son de memoria breve y temperamento
corto, son apasionados, muy emocionales y se clavan en detalles sin sentido, son
un reflejo de su propio carácter o su falta del mismo.
Por eso, un joven idealista y
rebelde que se identifique con la izquierda resulta muy natural y hasta un poco
obvio. Sinceramente yo jamás les había dedicado demasiada atención y
francamente tampoco los había tomado muy en serio, pero una serie de
acontecimientos recientes me harían cambiar de opinión.
Como les conté, en esta
contienda electoral había decidido autocensurarme y utilizar estos medios
alternativos solo para bromear y comentar la nota con mis amigos y conocidos.
Durante el primer debate de los
presidenciables, a uno de mis amigos se le ocurrió responder sarcásticamente a
un ex-compañero de agencia un twitt
de apoyo a AMLO y la indignación de éste fue tal que le dio UNFOLLOW y UNFRIEND
en Facebook. Cuando me lo contó, nos pareció una anécdota divertida y
coincidimos en que su reacción había sido absolutamente desproporcionada y
hasta ridícula
Días después, durante el
concierto de Paul McCartney en el zócalo, el mismo ex-compañero de agencia twiteó que le agradeciéramos a Ebrard
por haberlo traído a México y yo le respondí que más bien le agradecieran a mis
impuestos que lo hicieron posible. Para mi absoluta sorpresa, con ésta réplica
obtuve los mismos resultados que mi amigo: un UNFOLLOW y UNFRIEND en Facebook.
La historia entonces dejó de ser
divertida. Y no porque me haya afectado sentimentalmente, si no al contrario
porque él lo tomó demasiado personal.
Me costaba trabajo entender y aceptar que un joven inteligente, con estudios
profesionales, aficionado a la lectura y con cierta cultura haya sido cegado
totalmente por un adoctrinamiento tan arbitrario, tan lleno de odio, negación y
cerradez de miras.
Yo comprendo que es una estrategia
de todos los partidos utilizar como peones y puntas de lanza a idealistas que
no están precisamente bien informados acerca del tipo de alacranes ponzoñosos
que están apoyando, pero fue muy triste descubrir que a muchos jóvenes de la
izquierda ya les hicieron todo un coco-wash
para que apoyen plataformas y candidatos que ni conocen. Me dio muchísima pena darme
cuenta de cómo varios de mis amigos no comprenden que se están comiendo este
discurso de odio e intolerancia sin hacerse preguntas objetivas ni cuestionamientos.
Y no es porque tenga algo en
contra de la llamada “izquierda mexicana”, al contrario, por la naturaleza de
mi trabajo he tenido la oportunidad de trabajar para los tres partidos grandes y
puedo asegurarles que hay muchos políticos verdaderamente comprometidos,
decentes y fieles a la ideología y a la corriente que representan, a veces en
niveles que rayan en el fanatismo, pero que demuestran que como en todo lugar siempre
hay gente valiosa e ideas que funcionan y se sustentan por ellas mismas.
Sin embargo, a pesar nuestro terrible
pasado y de toda la podredumbre que persiste en nuestro sistema político
actual, creo firmemente que ningún partido ha sido tan afectado por sus propios
representantes como los partidos de izquierda.
En su afán por diferenciarse del
resto, han sacrificado su capital político más importante: las ideas. Por
tratar de crear su estado progresista e igualitario, le han quitado a la gente
más derechos de los que han otorgado. Han confrontado a toda una sociedad
tradicional, conservadora y profundamente religiosa con ideales y propuestas de
bienestar social que solamente benefician a unos cuantos. Han atacado a todas
las instituciones, aún a las que han solapado sus crímenes y a las que los han
puesto ahí para gobernar. Han hecho tantas alianzas y prometido tantas cosas a tantos
grupos diferentes, que su deuda política y social es la más grande en
comparación a los otros partidos y a la cantidad de personas que gobiernan.
Pero todo eso a la mayor parte
de la población ni le preocupa, ni lo entiende. En más del 60% del país todavía
se vota por la percepción de la gente hacia los candidatos y no por sus
plataformas. Y muy pocos personajes políticos han generado tanta animadversión
pública como López Obrador.
Para aquellos que me conocen
bien, no es un misterio que yo siempre he sido firme detractor de Andrés
Manuel. A este tipo de caudillos
políticos siempre les he tenido reserva, miedo y respeto. No creo en nada
de lo que representa o dice representar y sus formas y métodos me parecen
populistas, absolutistas, totalitarios, fascistas y pavorosamente cercanos al nacionalsocialismo.
Y lo único que han hecho los años es acrecentar mi desprecio, mi desconfianza y
mi miedo a que un tipo de esa calaña se acerque siquiera al poder.
Me gustaría despedir este
ejercicio de libertad de expresión con un texto que escribí en Marzo del 2004 para
el No.5 de Internet@s y que
precisamente ilustra cómo a pesar de que han pasado ocho años, la política y
los políticos en este país no cambian y tanto el texto como mis ideas en contra
de éstos siguen siendo igual de vigentes que entonces.
“Dicen los estudiosos de la
materia, que cada país tiene el tipo de gobierno que se merece. En nuestro
caso, esta afirmación no podría ser más cierta.
Este país de caricatura, no podría tener otra cosa que gobernantes de caricatura. El deshonroso grupo de
gobernantes con el que contamos, además de ser escalofriantemente dispar y
ecléctico, es vergonzosamente inepto y corrupto, lo cual no es nuevo ni
sorprende a nadie, pero a pesar de todo, seguía siendo el secreto mejor guardado por millones y millones de habitantes y
aunque se comentaba mucho al respecto, nadie lo había hecho público hasta ahora.
Bastó solamente de un payaso -quien por cierto da las noticias
por televisión (¡háganme ustedes el
recabrón favor, empecemos por ahí!)-, para que las cloacas de la política nacional se destaparan.
Y lo impactante no es darse
cuenta de que el niño verde también muerde, o de que la lana de nuestros impuestos se juega en una mesa de blackjack en Las Vegas, ni siquiera que se hagan favores políticos entre
empresarios y gobernantes, eso es historia
vieja y estamos tan acostumbrados a saber y conocer no solamente de esos
asuntos, sino de situaciones aún más serias, como asesinatos y persecuciones
políticas, traiciones, venganzas y demás vendettas
ínter e intrapartidistas, sucesiones de puestos y campañas políticas arregladas, licitaciones
gubernamentales, permisos y licencias y otros beneficios otorgados a terceros por compadrazgos, amistades, romances y favores presidenciales, que estos materiales no nos son extraños,
ni nos resultan sorpresivos, setenta y tantos años de la política de la mordida, la corrupción y el fraude, nos acostumbraron
a esto y a muchísimo más.
Lo que ahora nos molesta y nos
resulta ofensivo, es que se haya convertido por fin en un asunto público, donde todos los involucrados se dan sus baños de pureza y sus golpecitos de pecho, donde con el peor de los descaros los implicados
salen a hacer declaraciones a favor y en contra, y en donde todos ven una oportunidad
de desacreditar al contrario, olvidando el realmente preocupante asunto de fondo
en todo esto: ¿ A dónde va a llevarnos como país, como ciudadanos y como seres
humanos este lento proceso de resquebrajamiento de un sistema político que hace
tantos años dejo de funcionar?, parece ser que la profética frase a utilizar en
este momento irónicamente es: “Ya nos
cargó el payaso”...¡Gracias Brozo!
Si la historia nos ha enseñado
algo, es que la humanidad es cíclica,
en todo el mundo solemos repetir nuestros errores una y otra vez, se trata de
alguna clase de estupidez genética o
algo parecido, de lo cual no podemos deshacernos.
Todos los líderes carismáticos generalmente terminan en un
régimen fascista del que estamos peligrosamente cerca, creo innecesario
recordarles los horrores de el castrismo,
el franquismo, el estalinismo e invocar a Mussolini,
Mao y otras perversas amistades está de más.
Quizás como abierto y franco panista blanquiazul, no es mi lugar ni
mi momento para hacer ninguna declaración en contra de cualquier otro partido,
quizás no es correcto y probablemente tampoco es ético que haga este comentario;
pero mientras la libertad de expresión exista y esté de mi parte, creo que es
mi deber editorial exponer en este
medio libre de censura, el horror que
presencié en nuestro zócalo capitalino,
al ver al carismático líder perredista:
“El Pejelagarto”, en plena actitud romaneeeescuuuuus instando a su horda de fanáticos seguidores en el más
puro estilo hitleriano, mientras era
ovacionado cada vez que les informaba que él era el futuro tlatoani y líder espiritual de la Nueva Tenochtitlán, que el era el ungido, el elegido, el
llamado a ser el salvador, nuestro redentor.
Solo quisiera pedir un favor a
todos ustedes amados lectores, hagan un profundo examen de conciencia y de
memoria antes de que emitan su voto ahora en el 2006, recuerden que este
personaje mal llamado jefe de
gobierno, se ha lavado las manos en
más de una ocasión de sus deberes políticos aduciendo que ese asunto en
particular era responsabilidad directa del Gobierno Federal, recuerden que es
el mismo que dijo no conocer a esa señorita Aura
cuando aquel olvidado y penoso escándalo de los programas de educación en la
SEP, recuerden al menos ese capítulo de los Simpsons
en donde Bob Patiño gana las
elecciones en Springfield gracias a
su estrategia con los votantes de la
tercera edad y su “Carretera Matlock”.
Por favor, hagamos que ese error
no se repita, creo que somos más inteligentes que eso, ¿No les parece que
Latinoamérica ya esta demasiado harta de los Fujimoris, los Menem y
los Chávez?, a’i se los dejo de tarea...” [sic.]
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